domingo, febrero 26, 2006

Música para camaleones


Truman Capote y Marilyn Monroe bailando en el Morocco. Aquello sí que era glamour...


Música para camaleones es una antología de textos publicados por Truman Capote en revistas como New Yorker o Esquire, más una introducción del autor, que es de lo mejor del libro. Allí Truman Capote hace una célebre declaración de principios:

I started writing when I was eight -out of the blue, uninspired by any example. I'd never known anyone who wrote; indeed, I knew few people who read. But the fact was, the only four things that interested me were: reading books, going to the movies, tap dancing, and drawing pictures. Then one day I started writing, not knowing that I had chained myself to a noble but merciless master. When God hands you a gift, he also hands you a whip; and the whip is intented solely for self-flagellation.

En el prefacio se explica también el hilo conductor de las piezas del libro: la necesidad de crear un estilo que le permita escribir más con menos. En la primera sección, Music for Chameleons, Capote recrea experiencias propias y ajenas en seis historias. Se aprende allí más sobre la naturaleza humana que en la totalidad de los libros de autoayuda publicados en el siglo XX. La última, Conversational Portraits, consiste en siete retratos a través de diálogos. Están especialmente logrados el de la asistenta, a la que Capote acompaña en un día de trabajo, y la conversación del autor con Marilyn Monroe durante y después de un entierro. La parte central del libro es Handcarved Coffins: A Nonfiction Account of an American Crime. No se trata de una reescritura de A sangre fría, sino más bien el retrato de un criminal, y el del investigador determinado a desenmascararlo a cualquier precio.

Si alguien quiere escribir una historia más en la que se mezcla realidad y ficción, que lea este libro y luego intente hacerlo mejor. Y si no puede, que se dedique a otra cosa...

miércoles, febrero 22, 2006

La frialdad del ingeniero


Homo Faber

Max Frisch

Traducción de Margarita Fontseré

Editorial Colección Clásicos del siglo XX, El País Madrid, 2002

ISBN 84-89669-53-8

263 Páginas


El ingeniero Walter Faber es un hombre (aparentemente) frío, racionalista y sumamente pragmático. Un científico en toda regla. Su desprecio por el destino le lleva a parecer insensible e incluso cínico, pero el destino es testarudo y le lleva a vivir situaciones extremas y, entre éstas, una tragedia de la que ni siquiera alguien tan reflexivo como él podrá salir indemne.
Su trabajo en un organismo internacional le lleva a realizar constantes viajes por el mundo y a verlo todo con una distancia gélida hasta el punto de que, cuando queda aislado tras un aterrizaje forzoso, se dedica a jugar al ajedrez y cuando, en un entorno absolutamente inhóspito, encuentra el cadáver de un viejo amigo, lo filma todo con una meticulosidad de investigador.

Faber no se enamora porque ello sería impropio de alguien para quien las emociones son algo prácticamente despreciable, pero durante un viaje en barco congenia con una joven, casi una adolescente, con la que visitará numerosos enclaves artísticos de Europa (Faber no encuentra interés alguno en el mundo de las artes) y es en uno de ellos donde el drama le está esperando.

Max Frisch (Zurich, 1911-1991) narra con parsimonia y relata magistralmente las reflexiones del descreído Walter Faber. Las descripciones son demoledoras. El fragmento en el que el protagonista viaja por Sudamérica recuerda rápidamente a "El poder y la gloria" de Graham Greene y la minuciosa evocación de los detalles y percepciones sensoriales de Faber cuando se ve atenazado por la desgracia traen a la mente otros de "El extranjero" de Albert Camus. Recordemos especialmente el magistral pasaje en el que Faber y su joven amiga compiten creando comparaciones para describir lo que ven haciendo gala de una creatividad inusitada.

El cínico hombre de ciencia tiene, en el fondo, sentimientos, el destino le acecha en forma de desgracia entre monumentos que simbolizan todo aquello que su pragmatismo le hace despreciar, el amor del hombre maduro con la joven tiene un fondo incestuoso, y la angustia de Faber se contagia inevitablemente a los lectores de este clásico del siglo XX.

sábado, febrero 18, 2006

Bullshit



Harry G. Frankfurt
Tratado de ateología
Princeton University Press
67 páginas
ISBN 0-691-12294-6


A veces decimos (o creemos decir) la verdad. A veces mentimos (o creemos mentir). Y otras que decimos cosas sin importarnos, o ni siquiera saber, si son verdad o mentira. Hablamos por no callar, y sin saber de qué estamos hablando. Cuando esto sucede, proferimos, según el autor, bullshit. Aunque la pregunta inicial del profesor es pensar sobre porqué hay tanto bullshit, en 67 páginas apenas tiene tiempo de reflexionar sobre el significado del concepto. Y, como dice el autor, las preguntas sobre el bullshit no sólo no están contestadas, sino que no han sido formuladas.

Ateísmo en acción

Michel Onfray
Tratado de ateología
Anagrama. Colección Argumentos
Traducción de Luz Freire, revisión técnica de Florencia Verlatsky
249 páginas
ISBN 84-339-6234-5


Dios no existe, fuera de las mentes de los hombres. Después de la muerte, no hay nada más. Nos morimos, y ya está. Pero los hombres tenemos miedo, e inventamos para que nos conforte un Ser con los atributos que ellos no tienen: inmortal, omnipotente e invencible. Y como Dios está muy lejos, los sacerdotes custodios de la Palabra, contenida en los Libros Sagrados, hablan por Él, estableciendo la moral y dirigiendo nuestras vidas.



El párrafo anterior es una versión condensada del ateísmo, posición defendida por el filósofo francés Michel Onfray en la obra que nos ocupa. El problema es que el título es engañoso: más que un tratado de ateología tenemos aquí un panfleto en contra de las tres grandes religiones del Libro: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. El autor arremete contra todas ellas por igual, con el argumento que caricaturizo a continuación: antes de la llegada de los monoteísmos, los hombres vivían en paz y armonía, la democracia jeffersoniana era el régimen político dominante, no había esclavitud, en las guerras se respetaba la Convención de Ginebra y los empresarios cotizaban a la Seguridad Social. Pero vinieron los monoteísmos, y con ellos la barbarie: guerras, tiranía, esclavitud, represión de la filosofía y el libre pensamiento, atraso del progreso científico, etc. Y frecuentemente de la mano de neuróticos que harían las delicias del Dr. Freud, como Pablo de Tarso. Todo este argumento es digno de consideración, pero merece ser expuesto con menos pasión, y sobre todo sin hacer trampas en el solitario. Por ejejmplo, no es de recibo negar categóricamente la existencia de Jesús para después hacer un psicoanálisis pormenorizado de Pablo de Tarso. Y algunos creemos que el psicoanálisis, que el autor propone como una de las bases de un laicismo poscristiano, merece ser sometido también a la crítica (¿alguien puede darme una forma de demostrar mediante observación empírica que el inconsciente no existe?). A quienes les interesen estos temas, les recomendaría antes la lectura de las entradas dedicadas al cristianismo en la Historia de las Religiones, de Mircea Eliade, o si se quiere ir al grano, la carta de Richard Dawkins a su hija. También recomendaría al autor, si se me permite, que reflexionara sobre la posibilidad real de eliminar los mecanismos de poder en las sociedades humanas (si echamos los sacerdotes, vendrán otros, como está sobradamente demostrado). En este sentido, es curiosamente clarificadora esta letra del gran Tony Banks. Uno encuentra a auténticos filósofos donde menos lo espera...



Finalmente, dos consideraciones de ratón de biblioteca. Primera: ya sé que la unidad es el texto, pero no veo ninguna razón para traduir bouc émissaire por chivo emisario (p. 205). Segunda: el abogado y politólogo alemán que sentenció que la categoría esencial en política es amigo / enemigo no es Carl Schmidt (improbable hermano de Helmut), sino Carl Schmitt (p. 208). Respetemos a los enemigos de consideración, por favor...

Metaphysik des Abendlandes



Martin Heidegger
Parmènides
Quaderns Crema, Assaig (2005)
Traducción de Manuel Carbonell
323 páginas
ISBN 84-7727-431-2


Mientras en el semestre de invierno de 1942 a 1943 el ejército alemán era derrotado por el Ejército Rojo en Stalingrado, iniciándose así el principio del fin del Tercer Reich, Martin Heidegger impartía en la Universidad de Friburgo un curso de título Parménides y Heráclito, aunque realmente versó exclusivamente sobre Parménides. En concreto, sobre tres estrofas del Poema Didáctico, única obra de Parménides de la que se conservan algunos fragmentos. En ese poema, la Diosa Verdad (αληθεια, aletheia) recibe al filósofo al llegar éste a su casa. El texto de ese curso se encuentra en el volumen 54 de las Obras Completas de nuestro hombre, y se nos ofrece ahora en Quaderns Crema en traducción al catalán de Manuel Carbonell (transcribo literalmente su nombre tal como aparece en la portada).



Aunque al principio Heidegger intenta atenerse al temario del curso, poco a poco el discurso va derivando en una meditación sobre el significado que la αληθεια tenía para los antiguos griegos, más concretamente para los por él llamados pensadores iniciales (Parménides, Heráclito y Anaximandro). Todo es bastante confuso, pero al parecer para los griegos la verdad tenía un sentido radicalmente distinto del que tiene para nosotros (recibido de una versión romanizada de Platón y Aristóteles). Para los pensadores iniciales, la verdad no es la adecuación del intelecto a las cosas, sino una Unverborgenheit o desocultación (traducida por Carbonell como il·latència) del Ser. Y el hecho de que la distinción entre Sujeto y Objeto (la cual desde Descartes es para nosotros una segunda piel) no tiene ningún sentido para los antiguos griegos, no hace más que complicarlo todo aun más. Y a lo largo de la meditación van desfilando (entre otros) Homero, Nietzsche, Burckhardt, Splenger (al que pone a caer de un burro), Hegel, Platón y Rilke; se hace un elogio de la escritura manuscrita ("escriure a màquina té l'avantatge d'ocultar la grafia de la mà que escriu i, amb això, el carácter de la persona", p. 163) y se nos brindan pasajes de Heidegger en estado puro, como la muestra de la página 291:


Només i exclusivament l'home veu sempre en l'obert entès en el sentit del lliure, en tant que el qual cada vegada l'"és" allibera a tot ens lliurant-lo a si mateix i des d'aquest alliberament esguarda l'home en la guarda que aquest fa de l'obert.

La traducción de Manuel Carbonell tiene el mérito de estar hecha desde cero, sin influencias de la terminología establecida en castellano. Traducir una obra como ésta es una tarea de gran dificultad: exige comprender la obra en su integridad, y construir neologismos que permitan reconstruir las derivas etimológicas de Heidegger (gran parte de sus meditaciones originales están muy pegadas al idioma alemán, y debe ser endiabladamente difícil traducirlas): muchas veces, el recurso al pie de página es inevitable. Poco puedo hacer para juzgarla, pues, como se nos tiene dicho y con razón, la unidad es el texto. En cualquier caso, el lector curioso dispone de una traducción al castellano, salida al mismo tiempo que la catalana. Lo único que puedo decir es que he salido indemne (aparentemente), lo cual no es poco.

jueves, febrero 09, 2006

Ferrer Lerín



Ferrer Lerín
Níquel
Mira Editores (abril de 2005)
228 páginas
ISBN 84-8465-171-1

Níquel se presenta como las memorias de 1960 a 1986 de Pablo (Paolo) Ametller Moragas, bajo el pseudónimo de Ferrer Lerín. Aunque no es descartable que Pablo Ametller Moragas sea el pseudónimo de Ferrer Lerín... En cualquier caso, las aficiones del personaje de ficción coinciden con el personaje real, si la distinción tiene sentido. Y éstas aficiones son ciertamente diversas: el juego del póquer, la ornitología y los lances sexuales son las principales, teniendo un rol secundario otras como la geofagia. A algunos les podrá interesar que las tierras de Magán, localidad próxima a Toledo, son especialmente adecuadas para esta práctica.

Es éste un libro en el que se da noticia de extrañas actividades: partidas de póquer (desde aquí me permito sugerir a algún investigador social sin tema que llevarse a la boca un estudio de la sociología de la práctica del póquer en Barcelona bajo la férula franquista en respetables locales como el Círculo Ecuestre), la observación de grandes necrófagos en los puertos de Beceite y en el prepirineo, y la participación en la sombra en el diseño de la España de la transición. Estas actividades acaban conduciendo a nuestro hombre, después de una memorable partida en un piso de la calle Entenza, a un camino sin salida que le lleva al destierro y a su encuadramiento en una difusa organización dedicada a la formación de masas. Allí participa en actividades de catalanización y a algunas acciones ejecutivas, como la cobertura del atentado al Presidente del Gobierno.

La publicación de Níquel supone la (re)introducción en el mundo editorial de Ferrer Lerín, "padre nutricio de la generación novísima" según se nos informa en la solapa. Aunque algunos medios catalanes, como La Vanguardia, se han hecho eco de este hecho. Sin embargo, las contundentes opiniones de este autor sobre el estado de cosas en Cataluña y sobre la lengua catalana en particular han restado relevancia a este hecho. Es significativo que la obra que nos ocupa se haya publicado en una editorial de Zaragoza ajena, por lo que alcanzamos a saber, al complejo militar-industrial del mundo editorial. En cualquier caso, permaneceremos atentos a la prometida publicación de La Bestia de Gevaudán, obra que cierra el ciclo carnicero iniciado con Níquel.

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sábado, febrero 04, 2006

Donald Evans

The World of Donald Evans
Obras de Donald Evans, con texto de William Eisenhart
A Harlin Quist Book (1980)
ISBN 0-8252-9658-7



Parte de una emisión de Yteke para promocionar el turismo. Pintado en 1972


Llegué a conocer esta obra a partir de ese compendio de extraños saberes y aún más extraños encuentros y sucesos que es What am I doing here?, de Bruce Chatwin. Allí se nos explica que Donald Evans tiene por ocupación y vocación pintar sellos de correos de países imaginarios. Entre los 26 y los 31 años de edad (falleció al incendiarse su casa en Amsterdam) pintó con acuarelas y a tamaño natural miles de sellos de correos. Pintar sellos permite imaginar un país, jugar con variaciones sobre un tema (diferentes colores, diferentes objetos, diferentes marcos, etc.), diseñar matasellos, crear series de coleccionista, cartas mataselladas, y mostrar acontecimientos históricos diversos.

The World of Donald Evans es, hasta donde hemos alcanzado a conocer, el único libro recopilatorio de la obra de Donald Evans. Ciertamente Evans mantenía un catálogo de su propia obra (el Catálogo del Mundo) y se proyectó un libro infantil, Postcards to Gopshe, recopilación de las postales que la Princesa Yteke (trasunto de la bailarina del Nederlands Dans Theater Yteke Waterbolk) enviaba a su mascota Gopshe (de hecho, la mascota de un amigo de Evans) desde diferentes lugares del mundo, pero al parecer nada de esto se ha llegado a publicar. The World ... consiste en una introducción (algo confusa) de William Eisenhart a la figura de Evans, seguida de una selección de algunas series del Catálogo. La impresión de los sellos es magnífica, y los comentarios de cada serie nos informan sobre las características de cada país, así como algunas peculiaridades de la serie. Allí podemos encontrar países vagamente neerlandeses, como Achterdijk o Nadorp; reinos escandinavos como Lichaam en Gest (Cuerpo y Alma) que posteriormente se fusionarían en el reino de Yteke; países donde se celebra la comida, como Jantar o Mangiare (con su región autónoma Pasta). También encontramos emisiones de países del trópico, como las Islas Tropides o Amis et Amants, o de países vagamente distantes y corruptos, como Banana o Katibo (éste último antigua colonia de ultramar del reino de Caluda). Y algunos no nos perdonarían que olvidáramos el país de Cadaqués, para el que Evans pintó una emisión de sellos con motivos vegetales a raíz de su estancia en 1975, en el antiguo apartamento de Marcel Duchamp. La inspiración de Evans venía de las charlas con sus amigos, de obras de teatro o danza, o de su deseo de pintar determinados motivos: alimentos, plantas, mariposas, molinos de viento, cerámicas chinas (para las que creó Sung-Ting) o incluso fichas de dominó (sellos emitidos por el Estado de Domino). Aunque no parece que sea un valor en alza en el mercado del arte, habitar por unas horas en el mundo de Donald Evans es una experiencia muy agradable.

P.S: Al parecer Donald Evans no es del todo desconocido en la blogosfera. Véase esta entrada, de donde he tomado la ilustración. También es interesante, aunque algo engorrosa de ver, la página de la galería Tibor de Nagy.