miércoles, febrero 22, 2006

La frialdad del ingeniero


Homo Faber

Max Frisch

Traducción de Margarita Fontseré

Editorial Colección Clásicos del siglo XX, El País Madrid, 2002

ISBN 84-89669-53-8

263 Páginas


El ingeniero Walter Faber es un hombre (aparentemente) frío, racionalista y sumamente pragmático. Un científico en toda regla. Su desprecio por el destino le lleva a parecer insensible e incluso cínico, pero el destino es testarudo y le lleva a vivir situaciones extremas y, entre éstas, una tragedia de la que ni siquiera alguien tan reflexivo como él podrá salir indemne.
Su trabajo en un organismo internacional le lleva a realizar constantes viajes por el mundo y a verlo todo con una distancia gélida hasta el punto de que, cuando queda aislado tras un aterrizaje forzoso, se dedica a jugar al ajedrez y cuando, en un entorno absolutamente inhóspito, encuentra el cadáver de un viejo amigo, lo filma todo con una meticulosidad de investigador.

Faber no se enamora porque ello sería impropio de alguien para quien las emociones son algo prácticamente despreciable, pero durante un viaje en barco congenia con una joven, casi una adolescente, con la que visitará numerosos enclaves artísticos de Europa (Faber no encuentra interés alguno en el mundo de las artes) y es en uno de ellos donde el drama le está esperando.

Max Frisch (Zurich, 1911-1991) narra con parsimonia y relata magistralmente las reflexiones del descreído Walter Faber. Las descripciones son demoledoras. El fragmento en el que el protagonista viaja por Sudamérica recuerda rápidamente a "El poder y la gloria" de Graham Greene y la minuciosa evocación de los detalles y percepciones sensoriales de Faber cuando se ve atenazado por la desgracia traen a la mente otros de "El extranjero" de Albert Camus. Recordemos especialmente el magistral pasaje en el que Faber y su joven amiga compiten creando comparaciones para describir lo que ven haciendo gala de una creatividad inusitada.

El cínico hombre de ciencia tiene, en el fondo, sentimientos, el destino le acecha en forma de desgracia entre monumentos que simbolizan todo aquello que su pragmatismo le hace despreciar, el amor del hombre maduro con la joven tiene un fondo incestuoso, y la angustia de Faber se contagia inevitablemente a los lectores de este clásico del siglo XX.