sábado, octubre 27, 2007

En busca del tiempo perdido (4)

Marcel Proust
À la recherche du temps perdu IV: Sodome et Gomorrhe
Gallimard, 1992. 487 páginas.
ISBN 2-07-072638-X

Sodoma y Gomorra comienza con el episodio aplazado en Le Côté de Guermantes. Antes de acudir a la recepción de la princesa de Guermantes, el narrador sorprende al baron de Charlus y a Jupien, el sastre que vive en su mismo edificio, en el momento de descubrir su condición y emprender un ruidoso lance sexual en la propia sastrería. Después de este lance, la novela continúa en el mismo tono que la tercera parte, con la descripción de la recepción mundana de la princesa. Sin embargo, perdida su inocencia sobre estos temas, el narrador empieza a ver homosexuales por todas partes. La segunda parte de la novela gira en torno a dos parejas. Por un lado, el baron de Charlus y Morel, el violinista trepa; por otro, el narrador y Albertine. El tener que presenciar la evolución de la relación entre Charlus y Morel, y la frecuentación de la residencia de verano de los Verdurin, trae al narrador el recuerdo de los amores de Swann con Odette. Este recuerdo y algunas observaciones casuales acerca de Albertine, despierta en el narrador los celos. Estos celos serán, sin duda, la prisión de Albertine. Todos estos episodios, a los que debemos añadir el de Raquel y Saint-Loup, adquieren sentido y unidad hacia el final del libro, constituyendo un momento cumbre de la lectura de la Recherche.

Aunque al ocasional lector de estas líneas le haya sido revelado el argumento de la novela no debería ser obstáculo para que intentara su lectura. La Recherche tiene muchos más alicientes que el hilo argumental. Además del inconfundible estilo, debemos añadir la habilidad de Proust para la imitación de voces, la construcción de personajes complejos, como el barón de Charlus, o grotescos, como el inefable doctor Cottard, y la refinada crueldad con la que retrata el ambiente mundano. Y otro acierto, y no el menor, es cómo Proust nos muestra al narrador como una imagen distorsionada de él mismo. En algún momento juega explícitamente con el equívoco, y existen algunos paralelismos evidentes: el narrador nos cuenta su historia retirado del mundo, como lo estaba Proust al escribir la Recherche. Para algunos, el personaje de Albertine no es más que una trasposición de Alfred Agostinelli [1], un chófer con el que Proust mantuvo una relación destructiva: la atracción de Albertine por las mujeres, que provoca los celos del narrador, sería una traslación del interés de Agostinelli por el sexo opuesto. Así, la Recherche se convierte en un complejo juego de espejos. Esta confusión deliberada entre realidad y ficción, como es sabido, ha tenido múltiples imitadores, más o menos afortunados, en la narrativa española actual. Quienes se sorprenden y maravillan por su inventiva, deberían leer los clásicos más a menudo. O ponerse a leerlos de una vez, que ya toca.

[1] Galves, J. 2007. "Sádico Proust" [sobre Proust enamorado, biografía por William C. Carter]. Cultura|s, 287:10.

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