lunes, octubre 31, 2005

Arte y marxismo




Walter Benjamin
La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica
(Segunda versión, 1939)
Publicado en Discursos Interrumpidos I, Taurus.
Título original: Das Kunstwerk im Zeitalter seiner technischen Reproduzierarbeit
Traducción francesa en las pp. 269-317 de Oeuvres III, Folio.
Versión inglesa.
Versión española consultada disponibe aquí.

El título de este ensayo de Walter Benjamin muestra bien a las claras su contenido: se trata de una investigación sobre las modificaciones que la posibilidad de reproducción técnica (fundamentalmente a través de la fotografía y el cine) producen en la función y recepción de la obra de arte. Para ello, centra su análisis en dos aspectos: la reproducción de obras de arte existentes mediante fotografías o películas, y el cine como nueva forma artística.

Para Benjamin, la originalidad de la obra de arte consiste en el hic et nunc (aquí y ahora) de la obra original, en la que se encuentran su aura o "manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)". Una reproducción manual (falsificación o copia) o una reproducción técnica (en ese momento, fotografía o película) no contienen la existencia irrepetible de la obra original, asociada por lo general a una función de culto o valor cultual (así, una reproducción de Venus en un templo griego o romano, o un Cristo crucificado en una iglesia católica). Pero las caracerísticas propias de la reproducción técnica (su mayor independencia de la obra original y el papel decisivo del fotógrafo o del montador) provocan una diferencia sustancial: la destrucción del aura de la obra de arte, que a partir de ahora tiene un mero valor exhibitivo.

Pero la aparición de la fotografía y del cine como obras de arte autónomas tiene efectos aún más profundos. En primer lugar, una modificación radical de la percepción de cualquier obra de arte (no miramos un cuadro ahora como se miraba en el siglo XIX). Y en segundo lugar, una vez superada la última resistencia del retrato humano (cfr. cap. 6), el hecho de que la fotografía o la película no tienen valor cultual alguno, únicamente valor exhibitivo: prueba de ello es que no existe un original de la fotografía o de la película (excepto por razones meramente técnicas). Y entonces la fotografía y la película son una mercancía más, a las que puede aplicarse el análisis marxista clásico de relaciones de producción. La religión hace mutis por el foro, y aparece la política.

Porque el objeto de este ensayo no es otro que el de introducir en la teoría del arte "conceptos que (...) resultan por completo inútiles para los fines del fascismo". Porque en las condiciones de propiedad del sistema capitalista, los propietarios del capital alienan algo más que el trabajo: alienan el derecho de las masas a expresarse. Y el objetivo del fascismo no es otro que el mantenimiento de este estado de cosas con el consentimiento de las masas. Y sólo hay una forma de conseguir esto: mediante una "movilización total de todos los medios técnicos del tiempo presente" (de manera que se haga olvidar a las masas sus propios intereses). O sea, la guerra. Y esto lo dice nuestro hombre en 1936, años antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial. La alternativa que propone es la apropiación de los medios de (re)producción artística por parte de las masas, de manera que puedan ser utilizados para la expresión genuina del proletariado (algo así como las pelis de Ken Loach, cuando no le da la vena historicista).

La obra puede leerse sin demasiados conocimientos previos, y resulta de gran interés no solo por el análisis político, sino por su análisis del cine y sus condiciones de producción (es muy interesante su comparación entre cine y teatro, y la exposición de cómo el cine modifica nuestra percepción). Respecto de la vigencia del análisis político, que cada cual saque sus propias conclusiones...

La traducción al castellano que se ha utilizado, la de la Editorial Taurus, es altamente sospechosa, y está en arresto preventivo hasta que alguien la contraste con el original alemán (o con la traducción francesa, que suena bastante mejor).