domingo, octubre 30, 2005

Expiación

Ian McEwan
Atonement
Vintage
ISBN 0-09-943804-6
372 páginas

El texto de la cubierta posterior del libro describe con bastante fidelidad el arranque de la obra:


On the hottest day of the summer of 1934, thirteen-year-old Briony Tallis sees her sister Cecilia strip off her clothes and plunge into the fountain of their country house. Watching her is Robbie Turner, her childhood friend who, like Cecilia, has recently come down from Cambridge.


En la primera parte del libro, dividida en catorce capítulos, McEwan narra los acontecimientos de ese día fatídico, al final del cual, en el capítulo trece, Briony comete su falta. Esa falta cambia para siempre, de forma trágica, el destino de los tres protagonistas. En la segunda y tercera parte Briony y Robbie viven en primera línea la Segunda Guerra Mundial, él en Dunkerque, ella (al igual que su hermana Cecilia) como enfermera en los hospitales de Londres. Al final de la tercera parte se encuentran los tres, y el autor cambia, en las dos últimas líneas, toda la perspectiva de la narración. La novela acaba con los últimos días de Briony, en 1999.

El argumento que acabo de describir no es muy atrayente que digamos. No hay templarios ni manuscritos ocultos en oscuras bibliotecas, ni personas con nuestros mismos problemas, ni parábolas con las que se nos transmiten enseñanzas que nos ayudarán a ser más felices y ser mejores personas. Sólo tenemos un caluroso día de verano en una casa en la campiña inglesa, y una vez más la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo de la acción. Pero esto no es más que otra prueba de que lo que importa, damas y caballeros del jurado, no es el argumento, sino el estilo. Y como decía el viejo Vladimir, los detalles, los pequeños detalles. Y como muestra, dos momentos: el capítulo siete, en el que Briony descarga su odio en unas ortigas después de haber cancelado los ensayos de su obra The Trials of Arabella, o el encuentro (tan mal interpretado por Briony) de Cecilia y Robbie en la biblioteca en el capítulo once. Y el estilo, señorías, es lo que hace que los personajes cobren vida y que la novela sea leída al menos con interés por aquellos interesados en la naturaleza humana.

En la primera parte, el lector aún tiene tiempo de fijarse en el decorado y de preguntarse qué está haciendo el autor para que pueda leer con interés la descripción de un día en el campo en la Inglaterra de 1934 de 187 páginas de extensión. Pero a partir de la segunda parte no tiene más remedio que rendirse y dedicarse básicamente a leer de forma compulsiva. De hecho, la obra va in crescendo, pues los mejores momentos están al final del libro.

En definitiva, esta novela es un aggiornamiento de aquellas novelas del siglo XIX en las que las damas se ruborizaban y los caballeros fruncían el entrecejo. Y una llamada de atención a los escritores españoles: pues es afición y manía de éstos el dar a los protagonistas de sus novelas el oficio de escritor o artista, y la mayoría de las veces les sale bastante peor que al señor McEwan. Y la protagonista de la obra del señor McEwan es una niña de trece años que vive en 1934, y no un señor (o señora) de la misma edad y experiencias personales que el autor (pero que evidentemente no es el autor, que nos confundimos y no entendemos nada, etc.)...